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LA OTRA PANDEMIA

La sobreinformación es la otra pandemia del Siglo XXI. La era de decirlo todo en 15 segundos con historias de Instagram o TikTok; de twitter y sus verdades incuestionables en (ahora) 280 caracteres, de las fake news, estas mentiras que se tiñen de verdad sólo por el hecho de estar esparcidas en la red de manera masiva. ¿Cómo afecta esto a nuestra capacidad analítica y crítica frente a un relato? También ¿cómo afecta esta inmediatez en la realización cinematográfica?

Si hay algo que ha cambiado en estos años, es la manera de enfrentarse a una película como espectador. Tenemos acceso 24/7 a un sinnúmero de realizaciones desde nuestras televisiones inteligentes, nuestros ordenadores o dispositivos móviles (¿¿quién, de verdad, quiere ver una peli por el móvil??), entonces, devoramos compulsivamente todo lo que está en la parrilla: series, clásicos, peliculitas olvidables, sagas completas de superhéroes y un largo, largo etcétera. Mi pregunta es: si vemos tanto, ¿cómo podemos degustar lo visto antes de lanzarnos a por otra historia? ¿Realmente estamos observando lo que entra por nuestros ojos? Y a partir de esto, ¿cómo podemos analizar críticamente el (o los) sentido(s) de lo que hemos visto, sin darnos el tiempo de masticar lo devorado?

Creo que es aquí donde estamos creando monstruos. Futuros cineastas incapaces de ver más allá de la historia y del relato superficial, ese sentido obvio (como lo definía Barthes hace décadas en “Lo obvio y lo obtuso”), dejando atrás eso que construye lo fílmico, el sentido que no se puede definir y que está asociado a la emoción, a lo sensorial; eso que le da espesor a una obra cinematográfica, bien definido como lo obtuso. Da un poco de miedo (pavor, en realidad) pensar que lo cinematográfico es una especie en extinción que, de tanto reproducirla, la estamos matando. Aquí, unos especímenes de este certamen que han nacido practicamente muertos:

ARCHENEMY

Adam Egypt Mortimer, EEUU 2020, 90’

 

Sitges, día 1. Como buena devoradora, me he organizado para lograr ver las pelis que más me han llamado la atención de la parrilla, partiendo con el día uno. Esta vez decidí saltarme la peli inaugural, porque sé que habrá ocasión de verla en los cines locales (y no hay que dejar de ir al cine mientras se pueda), así que descartada. Empezamos, entonces, por “Archenemy”. Me llamó la atención la descripción y también volver a ver en acción a Joe Mangianello, perdido en mis registros desde que fue hombre lobo en “True Blood”.  El guapo de Joe encarna a Max Fist, quien dice ser un héroe de otra dimensión llegado a través del espacio y el tiempo a la Tierra, donde no posee ningún poder. Nadie cree sus historias, excepto un adolescente llamado Hamster, empecinado con hacerse instagrammer. Juntos, tratarán de detener al clan que controla la droga en la ciudad, comandado por un siniestro personaje conocido como El Director. En fin, una historia estilo comic que tiene buena pinta.

Una introducción en vídeo del director ya me ponía en duda si lo que iba a ver era lo que había construido en mi cabeza (ay, las malditas expectativas), pero le di la oportunidad, ya que sabía que esta primera película nunca sería peor experiencia que la del año pasado (ayuda memoria aquí)… Y me he quedado sin palabras por un momento. Porque no he logrado entender cuál es la intención del realizador, además de sobrecargarnos con todos los recursos audiovisuales usados para narrar una historia bastante simple. Y aunque se cuente con la intención de complejizarla a través de diálogos y voces en off que intentan ser simbólicos, la película carece de jerarquías en el relato, que cae en la redundancia al poblar de ruido toda la película, sin darle un respiro a la imagen. Es como si alguien te estuviera hablando todo el tiempo en el oído mientras ves una película, la misma sensación.

En resumen, ha sido toda una decepción, porque fui buscando una especie de “The Boys” y salí habiendo visto algo que no termino de definir. Porque no sé si el problema de la película está en la explicación descriptiva excesiva y agobiante de muchas escenas donde no se necesitaba más que la imagen, o en un guion que peca de grandeza y no termina de cuajar, o en la búsqueda de una estética de comic que no logra el tono, porque se la come el Hollywood de Disney (no hablo del Disney Avengers ni Marvel, porque ni cerca).
Ahora mi pregunta es: ¿realmente los estadounidenses tendrán esta forma de ver el mundo, naif, ligera, sin un poquito de ironía, con la necesidad de verbalizarlo todo e incapaces de dejar espacio al pensamiento crítico? No me sé responder, en verdad.

 

LES ANIMAUX ANONYMES

Baptiste Rouveure,Francia, 2020, 68’

La sinopsis es así: “El equilibrio de poder entre el hombre y el animal se invierte. En la encrucijada del género fantástico con el suspense, Les animaux anonymes se muestra radical: sin diálogo, sin apenas presupuesto y con una imaginación tan desbordante como inusual. Baptiste Rouveure se basta con una fauna antropomórfica para cuestionar el lugar de los animales en nuestra sociedad.

Sabemos que ninguna sinopsis te contará la verdad de lo que hay ahí y siempre va a sonar bonito, pero ¡venga! que puede ser interesante. Más si está programada con “El elemento Enigmático”… puede ser una buena mezcla, pensé. No pude estar más equivocada.

En esta película, las ganas de hacer una declaración antiespecista le ganan a lo fílmico, lo que la transforma en un relato tan obvio, que se hace inverosímil.
Da igual, realmente, el bajo presupuesto. Las caracterizaciones de los animales antropomórficos podrían haber resultado verosímiles si se les hubiera dado el espacio en el relato y el ojo se hubiera puesto en lo simbólico, no en la acción misma del abuso animal vivido por los humanos. Tampoco ayuda el montaje, que sufre de un exceso de cortes y fade out, que, además de cortar la continuidad, nos saca de la película al punto de ser un tema en el visionado, provocando risas compartidas en el público.

Pero, por sobre todo, aquí el sentido obtuso no existe, no se le da cabida. Presenciamos un relato carente de oscuridad simbólica, esa tan necesaria para provocar la sensación que, supongo, se busca. En su defecto, la obviedad la carga con una ingenuidad que llega a dar rabia.

 

TIN CAN

Seth A. Smith, Canadá 2020, 104’

Este film fue uno de los últimos que vi, y estuve a punto de renunciar a verlo, porque no tenía la seguridad de que fuera a valer la pena la carrera de Meliá al Retiro.

Era otra historia post apocalíptica, pero que estaba contada desde las sensaciones de un encierro. Mientras el planeta sucumbe a una plaga mortal, una parasitóloga queda encerrada en una cámara de suspensión vital. Al despertar, halla a los herederos de la Tierra y, para sobrevivir, deberá acabar con los últimos vestigios de su propia especie.

El hecho de que el realizador sea artista visual y músico le daba un unto a favor, porque podía funcionar el aspecto conceptual/visual de la película. Y efectivamente, es así. Las escenas tienen un desarrollo estético bien realizado, podemos sentir lo que es estar dentro de esa cámara y acompañamos a la protagonista en los 2/3 del film. Bien. Pero ya tenemos enfrente, a modo de flashbacks un relato paralelo que no acaba de convencer y hace que se pierda toda la intención conceptual. Hay una historia romántica que mata absolutamente la propuesta y la deja sin sentido alguno, básicamente porque la transforma en otra cosa que no termina de cerrar y confunde al nivel de hacer que no se entienda el desenlace. Puede ser problema de guion y de montaje. O querer abarcar demasiado a nivel de historia. O todo esto junto lo que hace que, finalmente, una buena idea, bonita, con un trabajo estético bien logrado, se disuelva y se quede en nada.

 

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