Vive la France!
Hace un par de años ya que las películas francesas tienen un lugar especial en la parrilla programática de Sitges. Este año casi ¼ de la selección para la competencia oficial está producida o co-producida en este país que tantas alegrías nos ha dado a lo largo del tiempo, ya sean cinéfilas o de puro placer sibarita y cultural. En esa ocasión la oferta es variada en cuanto a intenciones y presupuesto, pero se puede decir que en general han mejorado la parrilla oficial en cuanto a calidad del relato. Si bien hay grandes producciones en cuanto a FX, como la locura de Romain Quirot “Le denier voyage de Paul W.R.”, la película de terror adolescente “Kandisha” de Alexandre Bustillo y Julien Maury, o el tremendo drama ecoterrorífico “La Nuèe” de Just Philippot (uno de los pocos presentes en el estreno); también hay producciones que no necesitan ni grandes efectos especiales ni presupuestos gigantes para desarrollar una idea que nos transporte a lo fantástico, aunque sea de manera sutil. Podemos decir que estamos conociendo a realizadores franceses que rozan el (a mi gusto) hermoso límite entre lo que puede ser una historia intimista y muy cercana a lo real, y lo fantástico, que con un pequeño giro ya sea de contexto o de guion ya nos ubican en otra dimensión, en la que se puede hablar de lo profundo del ser humano de una manera simbólica. No importa realmente el tono con que se haga, puede ser una comedia ligera e hilarante como “Mandibules”, del siempre inclasificable y sorprendente Quentin Dupieux; un clásico relato de hombre lobo, graciosa y fresca, como “Teddy” de los gemelos Boukherma; o una conmovedora alegoría al cine y su belleza en un contexto futurista post-apocalíptico, como “Last words”, de Jonathan Nossiter, estrenada en ese extraño Cannes 2020 y programada en la sección de Nuevas Visiones. Para mí, tanto “La Nuèe” como estas últimas han sido las joyas de este festival, más que nada, por su capacidad de quedarse en la retina más de un rato y revisitarlas mentalmente hasta hoy.
LAST WORDS
Jonathan Nossiter, 2020, 210′
Es difícil controlar las ansias de empezar un festival con buen pie, y creo que el primer día (sin contar las películas elegidas para inaugurar) siempre es flojo en su cartelera, básicamente porque la máquina no acaba de arrancar. Elegí empezar en El Prado con mis 3 sesiones del día, aprendiendo cómo funciona esto de las nuevas normas para los acreditados, no paseándome demasiado… empezando poco a poco. Por cosas del COVID, a los acreditados nos relegaron al primer piso y eso ya fue un trago amargo, porque nunca había subido a la galería, por suerte (y por la poca gente) tuve la posibilidad de probar visión y así elegir mi spot ideal para el resto de las sesiones con la comodidad suficiente (no se está tan mal allá arriba).
La primera película, Archenemy (cuya reseña estará aquí), fue un real WTF, porque no termino aún de definir lo que pienso de ella, aunque salí con esa sensación de que podría haber sido tanto mejor, pero no. No pasa nada, la primera a veces cojea, ¡vamos por la siguiente!
La segunda ha sido esta película franco-italiana que inauguraba la sección de Nuevas Visiones y esta era su única función en una sala que no fuera la Tramuntana, vetada para mí. Last Words tenía el antecedente de haber sido estrenada en este Cannes 2020 raro, con buenas críticas, cosa que ya le daba un punto de interés que aumentó al leer las siempre prometedoras reseñas del catálogo: “2085. La tierra se ha convertido en un gran desierto. El joven Kal se dirige a Atenas cargando con diversas bobinas de celuloide, que proyecta en compañía del anciano Shakespeare. Entonces, surge en ellos un deseo: construir una cámara para filmar los instantes finales de una humanidad devastada. Basada en la novela de Santiago Amigorena (…)” Este es mi tipo de películas post-apocalípticas favoritas ¡A por ella!
Y, bueno… cómo empezar a hablar de esta película. Quizás partir diciendo que me conmovió hasta las lágrimas, ya sea porque me estoy poniendo vieja y todo me conmueve, o porque el amor por el cine es un tema compartido profundamente. El prisma en el que se presenta todo el film está teñido por el amor a lo que el cine es capaz de significar en la construcción social y cultural del planeta hasta nuestros días, y ponerlo como eje de desarrollo de la trama completa es algo que atrapa y sin duda conmueve. Más aún teniendo en cuenta el tono profundamente nihilista de la historia, porque no queda nada más que esperar de la existencia, sólo recordar lo que fuimos y a la vez intentar registrar lo que queda antes de desvanecernos. Porque ¿qué será lo que prevalecerá después del desastre ecológico? ¿Seremos capaces de relacionarnos con los mismos códigos que hemos mantenido por convención todos estos siglos? ¿Cómo nos relacionaremos cuando no quede historia? Y más aún: ¿qué se puede perder cuando ya no queda nada?
Esta película literalmente me salvó de transformar el primer día en un día de furia. Es sutil, dulce, con un trabajo visual poético, bonito y bien logrado; con unos tremendos Nick Nolte, Charlotte Rampling y Stellan Skarsgard en su reparto.
Finalente, una frase como “Las películas son el recuerdo de lo que fuimos” o la idea de que el registro de lo que queda se hace imprescindible para trascender; son las motivaciones básicas de esta historia. Y no se necesita más, porque con esto sólo queda la tristeza de saber que probablemente nos depare un fin sin historia.
Sólo me falta decir que ahora yo tengo muchas ganas de ir a por esa novela.
TEDDY
Ludovic Boukherma & Zoran Boukherma, 2020, 88’
Teddy es parte de la Selección Oficial en competencia. En los Pirineos franceses, Teddy sobrevive trabajando en un salón de masajes. Un día, a principios de verano, el joven es atacado y arañado por una bestia; probablemente, el lobo tras el que andan todos los granjeros del lugar. Al cabo de unas semanas, empieza a sentir cierta pulsión animal…
Ambientada en un pueblo de la campiña francesa, Teddy es una película pequeña, pero eso no le quita ningún valor, al contrario. Es una película fresca, divertida, absurda y funciona en ese tono trasher de pueblo que tiene. Está bien construida en cuanto a contexto y personajes, tiene a un sorprendente Anthony Bajon como protagonista (que soporta todo el peso de la trama en gran forma) y aunque la transformación de este cachorro de lobo es bastante chunga en cuanto a FX a falta de presupuesto, calza perfectamente con la estética de la película y no hace ruido (es más, ¡aporta! Nada mejor que efectos a tono con cómo se está contando algo). En cuanto al desarrollo de la historia, cuenta con una escalada bien lograda, que tiene más tensión social que sangre (no es excesiva, pero ahí está cuando se la necesita) y también cuenta con escenas rarísimas de indicios de transformación, las que usan más la imaginación que el maquillaje. Esta película es una alegoría a la adolescencia, al no encajar en el entorno social y la pérdida de control después de un daño emocional, contada con la mejor metáfora existente: la licantropía. No hay que esperar demasiada oscuridad, porque la idea es otra y la escena post crédito es perfecta para esta comedia adolescente. Bien.
MANDIBULES
Quentin Dupieux, 2020, 77′
Me encontré por casualidad con una película de Quentin Dupieux en un lejano 2018, que realmente me voló la cabeza. “Au poste!” lo tenía todo: una comedia absurda, con un guion imposible que resultaba a la perfección. Desde aquí, Dupieux no ha fallado a ningún certamen: el 2019 estrenó “Le Daim”, una genialidad protagonizada por una chaqueta de piel asesina (que mini-reseño aquí) y este 2020 se corona con “Mandibules”, una buddy film protagonizada por un par de idiotas entrañables y una mosca gigante.
La historia está centrada en dos amigos ingenuos, Jean-Gab y Manu, que encuentran una mosca gigante atrapada en el maletero de un automóvil y deciden entrenarla con la esperanza de ganar mucho dinero. Desde aquí un sinfín de situaciones absurdas y divertidas nos llevan ligeramente por un paseo que nos habla de lo simple, y, sobre todo, sobre la amistad de un par que van por la vida, así, sin más. Es sin duda la película más accesible de este director que tiene un sello único e inconfundible, con excelentes interpretaciones de los protagonistas Grégoire Ludig, David Marsais, ganadores del premio a mejor actuación masculina, y de Adèle Exarchopoulos que se manda una interpretación a todo volumen, derechamente memorable.
Es muy difícil imaginar cómo puede funcionar una película donde aparece una mosca del tamaño de un perro (muy bien realizada, por cierto), pero ciertamente se logra sentir hasta ternura por este bicho feo y entrañable. Tal ha sido la aceptación de este film, que detalles del guion han sobrepasado la película y se han insertado en las tradicionales reacciones del público. Este año, no solo se ha aplaudido al aparecer el gorila que presenta películas, también y gracias a Mandibules, ha existido un grito de guerra en cada presentación: “Toro!!”
LA NUÉE
Just Philippot, 2019, 101’
Si buscamos una película que retrate el terror que estamos provocando como especie en este planeta, esta es la indicada.
Ópera prima de Just Philippot, ganadora del premio especial del jurado y un merecido premio a mejor interpretación femenina de Suliane Brahim, que prácticamente sostiene la tensión de la película, La nuée (la nube) posee un relato fino, hermosamente filmado, que delicadamente va instalando el conflicto, bien construido a nivel de guion, y que va desarrollándose poco a poco tanto entre los personajes, como en la evolución del desastre. Trata de una madre soltera que, para salvar su granja de la quiebra, cría langostas (o saltamontes) comestibles. Por accidente, desarrolla un extraño vínculo obsesivo con ellas que la llevará a enfrentarse a los campesinos de la región y a sus propios hijos, que ya no la reconocen.
Es un terror sutil, que se va cultivando como las langostas, hasta llegar a una nube (psicológica y de la otra) de donde no hay cómo salir. Langostas que mutan gracias a la mano humana, miles de langostas que por cierto están espeluznantemente bien filmadas o realizadas, porque por supuesto que hay mucha animación y trabajo digital aquí, aunque no sabría identificar exactamente qué es real y qué no.
De lo mejor que ha entregado este Sitges que también ha pendido de un hilo gracias a un trozo de ADN transformado en pandemia y que nos tiene a todo el mundo la vida dada vuelta… Quizás es esto lo que la convierte en un film sumamente pertinente en los tiempos en que estamos viviendo. Y son, de hecho, este tipo de películas las que nos hacen pensar y repensar qué es lo que le estamos haciendo a este planeta para que este responda de la manera en que lo hace, ya sea a través de plagas de bichos mutados en asesinos, un virus mutado incontrolable, el calentamiento global, deforestación, sequías y un largo etcétera. Llamémoslo simplemente el eco-terror que traspasa de la ficción a la realidad y vice-versa.
LE DERNIER VOYAGE DE PAUL W.R.
Romain Quirot, 2020, 98’
Cuando pensamos en películas francesas de ciencia ficción, siempre llegamos a la idea de una concepción más sensorial que visual en sus efectos especiales. Claro, tenemos excepciones como Luc Besson, que construye imaginarios fantásticos con todas las herramientas cinematográficas disponibles y Romain Quirot apuesta a este tipo de construcciones, pero con un presupuesto que no estaba asegurado hasta último momento. ¿Cuál es su apuesta en esta película? Pues es simple: crear un universo post-apocalíptico complejo en cuanto a estética, con una atmósfera de caricatura o de sueño infantil, plagado de color y coches voladores, donde el arte está quizás un poco extremado (se nota el pasado publicitario y de videoclip), pero funciona.
El último viaje de Paul W.R. es un road trip ambientado en un futuro próximo, donde las temperaturas han alcanzado nuevas e insoportables cotas. Casi toda la fauna se ha extinguido, cientos de millones de personas se han convertido en refugiados climáticos y las reservas de petróleo, carbón y gas se han agotado. A medida que una misteriosa Luna Roja se acerca peligrosamente a la Tierra, solo un hombre puede salvar el mundo: su nombre es Paul W.R., pero como desapareció, todos lo están buscando. En resumen, es una persecución donde los antagonistas están más bien de relleno, porque estamos siendo testigos de otra cosa: la aceptación de un destino que está marcado desde la infancia.
Si hay que destacar algo de este film, es el trabajo musical (de nuevo, el pasado lo condena). El uso de la música es una pasada, ya que más que construir el tono de las escenas, nos distancia de la acción y nos lleva a la nostalgia de lo que ya no existe. Por cierto, en los créditos finales, esa canción nos termina de contar la historia que acabamos de ver.
KANDISHA
Julien Maury, Alexandre Bustillo, 2020, 85’
Esta es una clásica película de terror sobrenatural ambientada en los suburbios de París. Tres amigas de infancia invocan el espíritu de Aïsha Kandisha, la criatura vengadora de una leyenda marroquí. El juego se vuelve pesadilla cuando las personas de su entorno más cercano empiezan a aparecer muertas. Entonces, las tres amigas deberán hacer todo lo posible para contener a esta criatura maléfica.
No tengo mucho que decir de esta película. Funciona, está bien actuada, la criatura está bien hecha y logra contextualizar en la actualidad (con todos los tópicos que podemos encontrar ahí: marginalidad, cultura urbana, machismo, religión y relaciones humanas) a un espeluznante mito sobrenatural. Es una película correcta, que probablemente los que gustan de este tipo de terror van a disfrutar, sin que les cambie la vida, claro está.
Descifrando la Era
Porque las generaciones actuales tienen nuevos terrores, que se juntan con los clásicos de ayer y hoy, merecen ser vistos en pantalla grande…
Crónica de un SITGES bajo pandemia
Un nuevo Octubre y una versión del Festival de Sitges fuera de lo común. Apreciaciones de esta devoradora.