DÍA UNO: NUNCA TE CONFÍES DEL TEXTO.
Octubre ha llegado con lo que más esperaba: El Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges, en su versión número 52. El día 3 se dio el vamos, día en el que (con toda la ilusión que implica empezar el juego de elegir el banquete diario de aquí a 10 días por delante) llego con el tiempo justo para recorrer de arriba a abajo Sitges y buscar mi esperada credencial, catálogo y mochila… regalo que esta vez no llegó y no sabremos nunca si ha sido porque los euros no alcanzan para todo acreditado, o porque los de industria simplemente hemos sido relegados a la categoría “bienvenida, pero ahora te separamos de los que realmente nos importan”. Bueno, no pasa nada, cargaré el mamotreto de catálogo y el resto de la vida en mi precaria bolsa de tela, esperando en secreto que el bueno de Bowie me ayude en la tarea. Tengo 20 minutos para ir al Meliá y devolverme a la sala Prado para llegar a la primera función.
Me acerco a la sala justo unos minutos antes de la hora señalada y me sorprendo de la poca gente que veo en la entrada, ¿será que en la memoria quedan las largas filas de las que no te has salvado en las versiones anteriores, que no son tal cuando empieza la primera jornada? Me pregunto mientras entro a la sala y confirmo la poca concurrencia de esta función. Ok, no importa, es emocionante ver nuevamente al gorila atacando al avión frente a la ciudad De la Iglesia en lo alto. Empiezan los créditos. Aún no lo veo. Empieza la primera escena y pienso: “pero qué mal actúa esta chica, se parece a esa película espantosa que he visto hace unos meses en…” ¡¡HORROR!! Las imágenes se agolpan en mi cabeza: el recuerdo de una fría noche en Berlín, entrando de las últimas a la sala gracias a la genial idea de dejar entrar a las credenciales cuando terminan de entrar los tickets y buscando un buen lugar donde sentarse en una gran sala llena… En esos segundos de la primera escena volví a sentir el desconcierto, el horror y la risa de no dar crédito a lo que estaba viendo; mientras la mitad de la sala salía a cuentagotas, decidiendo que no podían aguantar más lo infumable , yo decidía que esta no iba a ser la primera película que iba a dejar a medias en un cine. ¿Por qué? Simplemente porque pienso que cada película tiene que tener una oportunidad cuando es elegida y algo tendrá.
Esta película: “Demons”(Singapur, 2018, Daniel Hui), es una historia de terror en clave sátira, donde se tocan los temas del poder, el arte y la violencia escondida en la sociedad. Vicky es una actriz que toma lo que ella piensa es el papel de su vida en las manos de un director que la maltrata psicológicamente, lo que sólo ella puede superar por sus propios medios…. Sí, pinta bien… pero todo lo que nos encontramos ahí roza ese límite fino que hay entre la sátira y lo que puede ser simplemente una mala-muy-mala película, porque aquí todo es malo: las actuaciones, los decorados, la iluminación, la fotografía, un guión con unos diálogos que de por sí son casi absurdos, más allá de estar sumamente sobreactuados.
Y luego de todo esto viene la pregunta: ¿Es a posta? En el Q&A queda esbozada la idea de que sí. Esta es una acción de protesta sobre la realidad en Singapur y lo realizado es un manifiesto casi neopunk conceptual en clave cinematográfica sobre la sociedad actual, el cine y sus prácticas y el poder. Ok, te creo. Logré ver el gesto y mi apreciación de la película cambió un poco, porque entiendo qué es lo que quieres hacer a través de este mensaje político en metáfora que sale disfrazado de película y lo muestra al resto del mundo, que seguro es completamente ignorante de la realidad interna que nadie extranjero puede (o quiere) ver.
Mientras tengo este déjà vu de terror, pienso en si seré capaz de aguantar de nuevo dicha aventura, esta vez conociendo perfectamente lo que me esperaba en las escenas siguientes. Por supuesto que decido saltarme mi regla personal y salir de ahí, ya que es bastante más seductora la idea de aprovechar el par de horas al sol (que aún nos acompaña) con una cagna frente al mar escribiendo esto, que aguantar en esa oscuridad una especie de sacrificio en castigo autoimpuesto por haber sido tan despistada y no haber hecho bien la tarea de leer más allá del resumen y no ver el trailer y así perder mi primer ticket en esto.
Y no, no me siento mal de haber salido de una proyección, porque en esas dos horas he revisionado la película, pero ya en mi cabeza y en un escenario que nunca deja de gustarme. Ahora, que hemos empezado esta locura de aquella manera, pienso que nadie sabe nunca muy bien qué puede ofrecerte Sitges en cada una de sus versiones ¡Veamos qué esconde!
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